Escena improvisada

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Hace algunos años, cuando las cámaras fotográficas eran un artículo de lujo en manos de unos pocos privilegiados, la llegada de un fotógrafo era motivo de reunión familiar. La fotografía de esta semana da buena muestra de ello y nos enseña que no solamente acudían al posado, sino que también se ponían sus mejores galas para la posteridad.

Sin embargo, esta copia en papel muestra una captura atípica si las comparamos con otras fotografías familiares de época similar. Y es que muchas de las personas que se concentran en la escena parecen no estar atentas a la captura del objetivo. En la puerta vemos un niño que mira a lo lejos y en dirección opuesta junto a alguien que entra hacia la casa y otra persona que da la espalda a la cámara. Y no son los únicos, hay más. Incluso las bestias prefieren no dar la cara al fotógrafo.

Pero, a pesar de ello, no dejamos de estar ante una fotografía bella en su conjunto, con un encuadre y luminosidad correcto. Más allá de que conozcamos o no a las personas que en ella aparecen, nos enseñan que hubo una época en la que la motorización del país iba en auge y que, poco a poco, las mulas y burros como medio de transporte iría desapareciendo. Y, con todo ello, la prosperidad y la forma de trabajar.

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