Joven en el bordillo

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Cualquier ojo podría pensar en un primer vistazo que estamos ante una vieja fotografía de una bella y conocidísima actriz en un descanso del rodaje. Ni mucho menos. De hecho, desconocemos la identidad de la señorita que posa con cierto descuido ante la cámara. Y es ahí mismo donde se encuentra el valor de esta imagen.

Si no añadiéramos estas líneas a la fotografía copiada y restaurada en papel que compartimos, poco más podríamos saber de ella y el extraño encuadre de la escena, el posado de la fémina y la calidad del enfoque la haría pasar por un hecho histórico inmortalizado. En absoluto. Sin embargo, acostumbramos a ver fotografías imperfectas, es decir, descentradas, mal enfocadas o torcidas con fondos demasiado estáticos, pero aquí nos encontramos con una escena entrecortada, extraña y natural a la vez.

Porque es en la naturalidad de la escena en la que el fotógrafo espontáneo quiere capturar a la joven sentada más allá de si que detrás tiene un poste y que el coche asoma solo un poco, lo justo para ver su matrícula. El centro de atención es la joven, y claramente el objetivo lo capta.

La imperfección del fotógrafo y la gracia que transmite su conjunto es donde radica el valor de la fotografía. De hecho, lo que menos importa es quién aparece, sino la intriga que la captura recoge con un encuadre imposible. ¿Qué ha pasado? ¿Se estropeó el coche? ¿Espera a alguien?

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